Desde que el mundo es mundo…

Jeffrey Sachs en “Las Edades de la Globalización”, nos indica que el hombre se globalizó hace ya 70.000 años, y siempre lo ha hecho por diferentes y múltiples motivos, como la búsqueda de alimentos (en esa época los alimentos se desplazaban y había que ir a por ellos), de mejores condiciones de habitabilidad o por razones simplemente climáticas (para no morir de frío).

Evidentemente, en la propia evolución humana y producto de la distribución territorial que el ser humano ha ido generando a lo largo de la historia, el desplazamiento se ha ido complejizando. Ahora toca adaptarse a las diferentes normativas que van surgiendo en el mundo y, por lo demás, como forma de organización de los países para dar sentido y lógica a la propia generación de empleo (ocupación).

Lo cierto es que a nadie puede extrañar que esta realidad es un hecho. La movilidad de personas (sean físicas -naturales- o jurídicas) es un proceso que irá a más, cuanto más conectado esté el planeta, como ocurre hoy, gracias a un proceso globalizador, que como indicaba al principio, viene desde el principio de los tiempos.

La tecnología, junto al desarrollo de los transportes, ha generado una verdadera autopista global, por el que transitan personas, empresas e instituciones de manera muy significativa. Por ello, tanto los gobiernos, como las instituciones (públicas y privadas) han de generar políticas que permitan que esta autopista tenga los peajes justos -siguiendo con el símil- y que haya zonas que permitan descansar y avanzar en ella.

El único requisito que se ha de cumplir es el del estatus jurídico de quien se desplaza y, este punto, no es menor. De el nacen las obligaciones y derechos en el ámbito nacional e internacional, con lo cual, tener este ámbito claro, permitirá a todos viajar con tranquilidad, con la ley en la mano y con todas las expectativas de futuro intactas, gracias a la seguridad jurídica que ello provoca.